"Vamos a realizar nuestra Estación de Penitencia". Siete palabras que acabaron con dos horas de tensa espera y un día de total incertidumbre. Sí, porque aunque los miércoles santos suelen ser días bisagras entre frentes, el de este año quiso ser protagonista para al final ser recordado para siempre. Y es que es muy fácil actuar cuando la que lleva el timón de tu Hermandad se llama Loreto, es patrona del Aire y como las madres ante los hijos rebeldes, puso firme a todas y cada una de las nubes que poblaban el cielo. Sopló bien fuerte y supo dejar el hueco necesario para que todos sus hijos de la tierra pudiéramos salir y acompañarla en su caminar por las calles de Morón. Pero vayamos por partes, que el día fue demasiado largo.
Amaneció este 27 de marzo tonto, de estos que si sale el sol, que si se tapa, que si nubes, más nubes, nubes negras, nubes negras y feas que acaban en chubasco débil y vuelta al sol. Con ese panorama se presentaba un Miércoles Santo con demasiadas incógnitas. Las ilusiones intactas, eso sí. Con ellas cogí el camino y me marché hasta la Parroquia de San Francisco. Allí estaban ellos, más espectaculares que nunca. Un saludo, persignarse, un rezo a ambos y un par de fotos. Nunca está de más tener memoria gráfica de ese momento. Un hasta luego, un suerte, un a ver si salimos y para casa más seguro que nunca de que esa tarde los antifaces azul imperial de la Hermandad de Loreto coparían de nuevo las calles de Morón.
Pero como toda historia, ésta también tiene su parte de drama e intriga. Llegó la hora de vestirse. Calcetines negros, listos; zapatillas de esparto, listas; túnica blanca con botonadura azul, lista; cíngulo de esparto en la cintura, puesto; medalla, colgada. Todo listo para vivir otro gran día... Y de repente, el drama. "Manolo, está lloviendo" se atreve a soltar mi madre desde el pasillo. Corriendo, capirote en mano me asomo a la terraza y bingo, caen gotas, dos gotas, cuatro, diez, veinte, un chaparrón... Os aseguro que hasta ese momento no había vivido nada así en mi vida, la peor sensación de mis 23 años. Y con ese panorama ponía rumbo a la parroquia...
Y llegué y las caras no invitaban al optimismo precisamente. Todos mirando al cielo que no presentaba el mejor aspecto posible para salir de nazareno. Hacía frío, estaba el suelo mojado y muchos críos en la cofradía. Estaba el asunto complicado. Con el ánimo por los suelos, entramos dentro. Altar de insignias montado, sí, pero ni rastro de los cirios. Mala noticia. Llega la hora de salida, las 18:50, y sale a hablar nuestro Hermano Mayor: "Bueno, tras analizar los partes y ante las malas expectativas que tenemos (cuerpo cortado, esperas el no) hemos decidido pedir una prórroga hasta las 19:15 para volver a reunirnos. Ahí tomaremos una decisión". Dentro de lo malo es lo menos malo. A esperar, no queda otra. Al menos los saludos y las charlas con otros hermanos hacían que el rato no fuera tan tenso como pueda parecer. Y llegaron las 19:15 y nadie salía, pero constantemente se pedía guardar silencio para nada... Y a las 19:40, un grito de júbilo salió desde el presbiterio y como la pólvora se fue extendiendo hasta la parte trasera de la Parroquia. Y luego, la confirmación: "Vamos a realizar nuestra Estación de Penitencia". Alegría. Reparto de cirios y varas, organización de tramos, un Padrenuestro, un Ave María, un Gloria, una apertura de puertas y para fuera. Nunca olvidaré ese aplauso de toda la Plaza de San Francisco llena y esa bocanada de aire frío que entró en la Parroquia. Loreto estaba en la calle. Y, como comprenderéis, lo que ocurrió bajo el antifaz, eso, me lo guardo para mí...
@manubarroso89
No hay comentarios:
Publicar un comentario