jueves, 1 de diciembre de 2011

El recuerdo de la infancia

Dicen que conforme avanzan los años, la inocencia se va perdiendo y la infancia se queda en un mero recuerdo, que nos vemos engullidos por una realidad y una responsabilidad que hace que perdamos aquello que durante los primeros años de nuestra vida nos dio eso mismo, la vida. El olvido es la sustancia misma de la memoria. Todo lo que viva en ella estará para siempre. Violarla, sesgarla o directamente matarla lo único que traerá será que nuestro futuro sea aún peor de lo que ya parece.

En tardes de otoño como estas, en las que uno se pone a reflexionar y a mirarse a sí mismo, se me viene a la mente cuando no hace relativamente mucho las pasaba en la calle, cuando Internet o la redes sociales no eran más que un prototipo de futuro muy alejado de la realidad. Recuerdo las largas tardes en casa de mi abuela esperando a que fuera la hora la de salir a la calle a jugar. Como le daba los primeros toques a un balón sin pensar que más adelante prácticamente sería un compañero fiel o miraba en el bolso de mi tía por si tenía un simple regaliz para mí. 

En esos momentos, empezaba también a florecer mi beticismo y con ellos empezaban también mis primera "peleas" con los vecinos sevillistas de mi abuela, o como ellos mismos siempre se acercaban para darme un caramelo. Aquel niño gordito, calladito, tímido y bonachón creció sin darse cuenta de lo que dejaba atrás esperando que llegará un futuro para estar como los "grandes" y ahora que soy ya uno de ellos, echo de menos ser un pequeño. Quizás, o al menos para mí, estos son los recuerdos que se deben guardar para siempre, aquellos que aún pasando los años, te hacen sacar una sonrisa y recordar...