Vista de Constantina |
Inauguro una nueva forma de escribir en este blog con un reportaje viajero, el primero de una serie que iré haciendo. Y lo arranco con un pueblo de la sierra norte de Sevilla, pequeñito pero tremendamente acogedor: Constantina. A 87 kilómetros de Sevilla, Constantina se alza en un valle, el Valle de la Osa. Rodeado de sierra y profunda vegetación, tiene casi 6.500 habitantes, personas de toda clase que convierten a este pueblo en un lugar perfecto para pasar un día muy tranquilo.
Virgen del Robledo |
Imagen del tronco |
El viaje hasta Constantina es tremendamente relajado. Esto te permite observar el cambio orográfico de la zona, la subida hasta la sierra y contemplar a tu alrededor un paraíso de dehesas y de toros; y un bosque de encinas y alcornoques. A la llegada es fundamental rendir honores a la capitana de Constantina, a su patrona, a la Virgen del Robledo en su ermita de las afueras del pueblo. En un entorno natural fantástico, con profusa vegetación y una tranquilidad asombrosa, muy alejada del mundanal ruido de la ciudad, se levanta esta ermita que guarda a la señora de Constantina. A tal llega esta devoción que cuando en 1992 se derrumbó parte del techo, todo el pueblo contribuyó a su restauración. Presidiéndola, Ella, obra de Castillo Lastrucci enmarcada en un baldaquino de plata de bella factura. Como curiosidad, la imagen se sostiene sobre el tronco de un robledo, y es que cuenta la leyenda que la virgen se apareció al pastor Melchor allí mismo y de ahí viene también su nombre. Un cuadro en la sacristía rememora este acontecimiento.
Saliendo de la ermita es imprescindible subir hasta el mirador de Cerro Negrillo, el punto más alto de toda la provincia de Sevilla con sus 918 metros. Desde allí arriba, además de sumergirte en un fantástico olor a bosque y a jara, se puede ver absolutamente toda Andalucía en un día claro, ya que la Sierra de Cazorla, en Jaen, aparecerá ante ti como un fantasma en la lejanía. Además, es un buen rincón para que los ciclistas, tanto aficionados como profesionales, puedan echar sus buenos ratos subiendo por las empinadas cuestas de la carretera.
Necesario ya es bajar al pueblo para caminar por sus calles y recargar el estómago. Una buena ruta es la que comprende La Alameda-Calle Feria- Plaza de la Amargura-Calle Mesones. Arterias principales de Constantina. La Alameda es un lugar bendito para los días de calor pues su gran extensión se encuentra dominada por la sombra que regalan árboles altos y el fresquito reina en aquel sitio. Llegando a calle Mesones, parada obligatoria es la Capilla de San Juan de Dios, sede actual de la Hermandad de la Amargura. Como nota curiosa, ésta era la capilla del Hospital de San Juan de Dios, y es más, en la placa que el Ayuntamiento tiene dispuesta delante la misma, aún se refiere a ese lugar como hospital. Una capilla muy coqueta presidida por la bellísima imagen de la Virgen de la Amargura, obra de Luis Álvarez Duarte en los años 60. Es por tanto, una de sus primeras obras efectuadas pues la hizo entre los 13 y los 16 años. A su derecha, el cristo de la Humildad y Paciencia, atribuido a Pedro Roldán y a su izquierda los titulares del Santo Entierro, el cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad, todos de la misma Hermandad.
Castillo de Constantina |
Tras recargar el estómago, continúa el viaje visitando ahora el Castillo del Siglo XIV que corona el pueblo. Como un testigo de excepción de todo lo que ocurre abajo, ya que está en el punto más alto de Constantina, el Castillo es uno de los símbolos de la historia de esta villa. Afectado por el paso del tiempo, aún conserva algunas partes de su complejo, aunque es de justicia decir que se encuentra en un estado regular de conservación pese a algunos intentos de restauración. Preside el castillo una imagen imponente del Sagrado Corazón, en cuyo pedestal se observa un grabado de la Virgen del Robledo, y a sus pies una mesa de altar, ya que antiguamente se hacía misa desde allí. A los pies del Castillo se sitúa la Morería, pero ésta y otras cosas ya quedan para la siguiente visita, que en unas horas no da tiempo a todo. Volveré, y ustedes seréis nuevamente testigos de lo que vea.
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