Rubia. Rubia lista, y encima opositora. Inteligente, aplicada, sacrificada, entregada a lo suyo, pasional, graciosa, dulce, suave. Pasión por la justicia y por cumplir su sueño: impartirla. Mitad del norte, mitad del sur, una mezcla que le dota de lo mejor de allí y de aquí. Sevillana adoptiva, cántabra predilecta. De Santillana y de Constantina, dos pueblos separados por casi mil kilómetros pero que le han dado todos esos valores de los que hace gala a cada instante y que cumple a rajatabla. Amargurista, alabaré, católica. Un puntito perroflauta que le hace la mar de interesante. Unos ojos azul cielo que iluminan cualquier momento y que son el complemento perfecto para esa melena que se pierde por su cuerpo. Guapa, muy guapa. Mi reina.
Así es Beatriz, una mujer que tuvo lo que hay que tener para dejarlo todo en su tierra, familia, amigos, conocidos, para venirse a "su" tierra adoptiva para cumplir su sueño de ser juez. Una mujer que habla de Cantabria con una pasión excepcional. Amante eterna de su tierra, busca un momento libre que le deja sus estudios para volver, aunque sea de memoria, a la bahía de Santander, a su Facultad de Derecho con sus amigos y recordar mil y una anécdotas con ellos, a su Santillana del alma, a su casa. Una mujer que vino a Sevilla a empezar una nueva vida.
Si los albores de una cuaresma la trajo al mundo, la de 2012 me la acercó a mí para siempre. Un programa de radio marcó el inicio; un cumpleaños la confirmación; y la Cuaresma la consolidación. Imposible borrar de mi mente las primeras tardes de río, los dos, con la única compañía del Puente de Triana (los patos no cuentan), o esas comidas sentados en el embarcadero; esas tardes de atardeceres lentos en el Arrabal, visitando a sus reinas; esos paseos por el centro de Sevilla, testigo de excepción de nuestra compañía; esa Semana Santa partida por las lágrimas de María al ver a su hijo morir, pero con un beso en Plaza Nueva que lo cambió todo; Madrugá de Silencio, frío y cansancio; Calle Betis; Patio Banderas, Callejón del Agua; aquella tarde en la que disfrutamos de una Sevilla desconocida y en la que nos movíamos por la intución. Imposible borrar de mi mente tu cara de felicidad de aquel día.
Como te he dicho muchas veces, contigo he recuperado muchas cosas que tenía perdida, muchas cosas que creía que no podría volver a ellas. He recuperado la ilusión por una profesión y unos estudios que no sabía a donde me llevarían. Me he reencontrado con Él gracias a ti. Me haces sentir fenomenal y contigo me muestro tal y como soy: un graciosete de medio pelo que te quiere con locura. Aunque el verano va a ser largo, esto va a servir para que cuando llegue septiembre estemos con más fuerza para disfrutar muchísimo más de ti, de Ella y de nosotros. Beatriz, una mujer arriesgada, lanzada, y del norte y del sur a la vez.
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