domingo, 22 de julio de 2012

La Ruta del Viajero (I): Constantina

Vista de Constantina
Inauguro una nueva forma de escribir en este blog con un reportaje viajero, el primero de una serie que iré haciendo. Y lo arranco con un pueblo de la sierra norte de Sevilla, pequeñito pero tremendamente acogedor: Constantina. A 87 kilómetros de Sevilla, Constantina se alza en un valle, el Valle de la Osa. Rodeado de sierra y profunda vegetación, tiene casi 6.500 habitantes, personas de toda clase que convierten a este pueblo en un lugar perfecto para pasar un día muy tranquilo.

Virgen del Robledo
Imagen del tronco
El viaje hasta Constantina es tremendamente relajado. Esto te permite observar el cambio orográfico de la zona, la subida hasta la sierra y contemplar a tu alrededor un paraíso de dehesas y de toros; y un bosque de encinas y alcornoques. A la llegada es fundamental rendir honores a la capitana de Constantina, a su patrona, a la Virgen del Robledo en su ermita de las afueras del pueblo. En un entorno natural fantástico, con profusa vegetación y una tranquilidad asombrosa, muy alejada del mundanal ruido de la ciudad, se levanta esta ermita que guarda a la señora de Constantina. A tal llega esta devoción que cuando en 1992 se derrumbó parte del techo, todo el pueblo contribuyó a su restauración. Presidiéndola, Ella, obra de Castillo Lastrucci enmarcada en un baldaquino de plata de bella factura. Como curiosidad, la imagen se sostiene sobre el tronco de un robledo, y es que cuenta la leyenda que la virgen se apareció al pastor Melchor allí mismo y de ahí viene también su nombre. Un cuadro en la sacristía rememora este acontecimiento.

Saliendo de la ermita es imprescindible subir hasta el mirador de Cerro Negrillo, el punto más alto de toda la provincia de Sevilla con sus 918 metros. Desde allí arriba, además de sumergirte en un fantástico olor a bosque y a jara, se puede ver absolutamente toda Andalucía en un día claro, ya que la Sierra de Cazorla, en Jaen, aparecerá ante ti como un fantasma en la lejanía. Además, es un buen rincón para que los ciclistas, tanto aficionados como profesionales, puedan echar sus buenos ratos subiendo por las empinadas cuestas de la carretera.

Necesario ya es bajar al pueblo para caminar por sus calles y recargar el estómago. Una buena ruta es la que comprende La Alameda-Calle Feria- Plaza de la Amargura-Calle Mesones. Arterias principales de Constantina. La Alameda es un lugar bendito para los días de calor pues su gran extensión se encuentra dominada por la sombra que regalan árboles altos y el fresquito reina en aquel sitio. Llegando a calle Mesones, parada obligatoria es la Capilla de San Juan de Dios, sede actual de la Hermandad de la Amargura. Como nota curiosa, ésta era la capilla del Hospital de San Juan de Dios, y es más, en la placa que el Ayuntamiento tiene dispuesta delante la misma, aún se refiere a ese lugar como hospital. Una capilla muy coqueta presidida por la bellísima imagen de la Virgen de la Amargura, obra de Luis Álvarez Duarte en los años 60. Es por tanto, una de sus primeras obras efectuadas pues la hizo entre los 13 y los 16 años. A su derecha, el cristo de la Humildad y Paciencia, atribuido a Pedro Roldán y a su izquierda los titulares del Santo Entierro, el cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad, todos de la misma Hermandad.

Castillo de Constantina
Tras recargar el estómago, continúa el viaje visitando ahora el Castillo del Siglo XIV que corona el pueblo. Como un testigo de excepción de todo lo que ocurre abajo, ya que está en el punto más alto de Constantina, el Castillo es uno de los símbolos de la historia de esta villa. Afectado por el paso del tiempo, aún conserva algunas partes de su complejo, aunque es de justicia decir que se encuentra en un estado regular de conservación pese a algunos intentos de restauración. Preside el castillo una imagen imponente del Sagrado Corazón, en cuyo pedestal se observa un grabado de la Virgen del Robledo, y a sus pies una mesa de altar, ya que antiguamente se hacía misa desde allí. A los pies del Castillo se sitúa la Morería, pero ésta y otras cosas ya quedan para la siguiente visita, que en unas horas no da tiempo a todo. Volveré, y ustedes seréis nuevamente testigos de lo que vea.




martes, 3 de julio de 2012

Una norteña muy sureña

Rubia. Rubia lista, y encima opositora. Inteligente, aplicada, sacrificada, entregada a lo suyo, pasional, graciosa, dulce, suave. Pasión por la justicia y por cumplir su sueño: impartirla. Mitad del norte, mitad del sur, una mezcla que le dota de lo mejor de allí y de aquí. Sevillana adoptiva, cántabra predilecta. De Santillana y de Constantina, dos pueblos separados por casi mil kilómetros pero que le han dado todos esos valores de los que hace gala a cada instante y que cumple a rajatabla. Amargurista, alabaré, católica. Un puntito perroflauta que le hace la mar de interesante. Unos ojos azul cielo que iluminan cualquier momento y que son el complemento perfecto para esa melena que se pierde por su cuerpo. Guapa, muy guapa. Mi reina.

Así es Beatriz, una mujer que tuvo lo que hay que tener para dejarlo todo en su tierra, familia, amigos, conocidos, para venirse a "su" tierra adoptiva para cumplir su sueño de ser juez. Una mujer que habla de Cantabria con una pasión excepcional. Amante eterna de su tierra, busca un momento libre que le deja sus estudios para volver, aunque sea de memoria, a la bahía de Santander, a su Facultad de Derecho con sus amigos y recordar mil y una anécdotas con ellos, a su Santillana del alma, a su casa. Una mujer que vino a Sevilla a empezar una nueva vida.

Si los albores de una cuaresma la trajo al mundo, la de 2012 me la acercó a mí para siempre. Un programa de radio marcó el inicio; un cumpleaños la confirmación; y la Cuaresma la consolidación. Imposible borrar de mi mente las primeras tardes de río, los dos, con la única compañía del Puente de Triana (los patos no cuentan), o esas comidas sentados en el embarcadero; esas tardes de atardeceres lentos en el Arrabal, visitando a sus reinas; esos paseos por el centro de Sevilla, testigo de excepción de nuestra compañía; esa Semana Santa partida por las lágrimas de María al ver a su hijo morir, pero con un beso en Plaza Nueva que lo cambió todo; Madrugá de Silencio, frío y cansancio; Calle Betis; Patio Banderas, Callejón del Agua; aquella tarde en la que disfrutamos de una Sevilla desconocida y en la que nos movíamos por la intución. Imposible borrar de mi mente tu cara de felicidad de aquel día.

Como te he dicho muchas veces, contigo he recuperado muchas cosas que tenía perdida, muchas cosas que creía que no podría volver a ellas. He recuperado la ilusión por una profesión y unos estudios que no sabía a donde me llevarían. Me he reencontrado con Él gracias a ti. Me haces sentir fenomenal y contigo me muestro tal y como soy: un graciosete de medio pelo que te quiere con locura. Aunque el verano va a ser largo, esto va a servir para que cuando llegue septiembre estemos con más fuerza para disfrutar muchísimo más de ti, de Ella y de nosotros. Beatriz, una mujer arriesgada, lanzada, y del norte y del sur a la vez.